Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo,
la insurrección es, para todo el pueblo y para
cada porción del pueblo, el más sagrado de los derechos
y el más indispensable de los deberes.
(Art. 35 del Acta Constitucional Francesa del 24/07/1793
y Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano)
la insurrección es, para todo el pueblo y para
cada porción del pueblo, el más sagrado de los derechos
y el más indispensable de los deberes.
(Art. 35 del Acta Constitucional Francesa del 24/07/1793
y Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano)
El aroma a café y el ruido del molinillo, que preceden al ritual de sentarse en una mesa o en la barra de un bar y pedir el primer café de la mañana, me hizo pensar en qué medida esa agradable ceremonia forma parte de mi acervo patrimonial. Más placentera aún es la experiencia si se comparte con un buen amigo, como era el caso de la mañana de ayer. Hay que decir que ante una taza de café se llevan a cabo algunas de las conversaciones y de las decisiones más importantes de este país, aunque en nuestro caso no fue más que una cita amena en la que practicar el común arte de arreglar el mundo y -de paso- buscar alguna excusa para echar unas risas, aunque sean de dolor.
Hablamos de Sigfrid Soria (pajarito!), de
la indignación creciente (hasta dónde puede crecer es un enigma), de las
facturas falsas del Concello de Ourense, de la nueva ejecutiva local del BNG o de
la aprobación que se iba a producir a lo largo de la mañana en la Cámara Baja.
En este punto, me hablaba Filemón de la posibilidad de aprobar otra norma que
impidiera a los políticos acercarse a menos de 300 metros a cualquier ciudadano
para acosarle, sobre todo en época electoral.
Bien es sabido que las casas de apuestas
llegarían a pagar una fortuna si una norma así llegara a plantearse (más
incluso que por el fin del mundo provocado por un choque con Venus), pero lo
que quizás sí tuviese eco sería una iniciativa ciudadana en la que manifestásemos nuestro
deseo de no sufrir el acoso de ningún político en precampaña y campaña
electoral, para preservar nuestra integridad moral, intelectual e ideológica.
Si 300 metros de distancia con la ciudadanía es lo que consideran que garantiza
su seguridad y de paso ahonda en su desconexión con la soberanía del Estado
(que recordemos, reside en el pueblo), podemos proponer lo mismo: 300 metros para
nuestra seguridad de perímetro infranqueable por aquellos a quienes pagamos por
representarnos aunque nos traicionan de manera abusiva y reiterada.
Parécme unha distancia moi curta, pois sabido é que a onde non cheghan mandan recado.
ResponderEliminarAínda que, pensadoo ben e se se fai realidade a letra daquela canción:...y si la distancia es el olvido