Sin más anestesia que la imagen desenfocada de un mar que ha
sido testigo de muchos de los más importantes capítulos de la Historia de la humanidad,
Óscar Camps, el presidente de
Proactiva Open Arms nos sumerge en una de las realidades más molestas para
nuestra sociedad. Nos cuenta cómo el caos que se vive en el Mediterráneo te
obliga a pasar al lado de alguien que ya sólo tiene fuerzas para suplicar con
la mirada que le salves la vida y tienes que abandonarle porque hay 4 niños a
punto de sufrir el mismo destino terrible de esta persona que parece
preguntarnos con la mirada ¿por qué no a él?...
Los primeros minutos de Astral nos sitúan delante de una
crisis de enorme magnitud, que no sabemos por cuánto tiempo se va a extender ni
cuánto va a influir en el orden geopolítico del futuro. Si volviésemos la
mirada hacia allí, descubriríamos los datos escandalosamente indecentes que
–día tras día- se derivan de los naufragios, la repulsa o las muertes de
cientos de personas que huyen de la guerra y la miseria.
Las migraciones masivas provenientes de las regiones más
empobrecidas y con mayor número de conflictos bélicos del planeta, provocados
por la usurpación que hacemos de sus recursos y por los golpes de Estado
promovidos por los “países ricos”, están convirtiendo el Mediterráneo en la
gran fosa común de la vergüenza. Estamos dejando morir a decenas de niños en el
jardín de nuestras casas y asistiendo al enriquecimiento de unas mafias crueles
e inhumanas que trafican con personas y con sus sueños.
En cierta medida, nuestros hijos nos darán nietos que serán
hijos –a su vez- de las personas que hoy se juegan la vida atravesando miles de
quilómetros y pasando por campos de batalla, satrapías y Estados fallidos, para
acabar lanzándose a un mar que desconocen con el único objetivo de llegar a su
tierra prometida... aquella que les permita trabajar, comer y vivir bajo techo.
Estamos dejando morir, pues, a los padres y hermanos de
quienes serán los ciudadanos europeos del futuro. Y esto, en la Historia, se va
a escribir de un modo que hoy no nos gustaría leer.
Si no queremos que nuestros hijos tengan que avergonzarse y
renegar de nosotros dentro de 30 años por haber dejado morir a miles de niños
en la puerta de nuestras casas, vamos a tener que ir poniéndonos las pilas y
hacer valer la soberanía que representamos para exigirles a nuestros políticos
(convertidos hoy en parásitos de lo público), que reorganicen el orden de
prioridades en la gestión de lo público y sitúen el derecho a la vida por
encima de la protección al sistema financiero.
Gracias a Jordi Évole y al equipo de Salvados por un trabajo
muy necesario que, sin concesiones al morbo, remueve conciencias y abre debates
a corto y a medio plazo, que es algo muy necesario en estos tiempos en que los
muertos de hoy carecen de importancia mañana.
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